martes, septiembre 28, 2010

CARTAS A JULIETA

La historia y, sobre todo, la estructura de Cartas a Julieta podrían recordar a las de un telefilme de tarde. No tiene ningún misterio: una periodista neoyorquina, que atraviesa una crisis sentimental, llega a Italia y ayuda a una anciana inglesa a recuperar al que fuera el amor de su adolescencia. Pero, claro, enseguida nos damos cuenta de que hay algo más detrás de esta película. Y, literalmente, lo que hay detrás es un paisaje maravilloso, un entorno de ensueño: la Toscana italiana. Por lo demás, se trata de la tópica y típica historia sobre búsquedas, encuentros y desencuentros.

Cartas a Julieta la protagonizan personajes perdidos que buscan respuestas, pero éstas sólo pueden hallarlas con la ayuda de las personas a las que aman. La película nos presenta un amor atemporal, que no entiende de edades y atrapa de igual manera a jóvenes y ancianos. Así, el amor maduro de la bella Claire (Vanessa Redgrave) se entremezcla con las aventuras y reveses amorosos de la también bella Sophie (Amanda Seyfried). Sin embargo, considero que ambas historias de amor son excesivamente tibias. De hecho, la castidad y la sangre fría de Sophie pueden llegar a aburrir al espectador que espere encontrar un amor algo más pasional. Parte del mérito de esa frialdad debe imputársele también al personaje interpretado por Gael García Bernal. Aunque, directamente, podríamos atribuírselo al propio actor, ya que, por desgracia, Gael hace muy poco por insuflar energía y dar forma a Víctor, su personaje.

Como he anticipado, algo que sí vale la pena de Cartas a Julieta es su escenario. Esa luminosa Toscana se abre ante el espectador en todo su esplendor y logra resaltar todavía más la belleza de sus protagonistas femeninas. Los viñedos, las preciosas casas sienesas y, sobre todo, esa cálida luz son los ingredientes más atractivos que podemos encontrar. Además, esos son los únicos elementos verdaderamente mediterráneos, ya que ni los protagonistas anglosajones ni los propios italianos -que, casualmente, poseen un sorprendente dominio de la lengua de Shakespeare- refuerzan esa envolvente atmósfera.

viernes, septiembre 24, 2010

3 años después...

Arcadia resucita. Hola de nuevo, by the way.
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SIEMPRE A MI LADO

En Siempre a mi lado (Charlie St. Cloud) Zac Efron abandona el alegre estilo televisivo de “High School Musical” con el que saltó a la fama. El actor, que últimamente también hace sus pinitos como productor, se olvida, asimismo, de la laca de Hairspray para meterse de lleno, y con bastante desatino, en este drama romántico.

La pérdida de su ser más querido, su hermano Sam, hace que Charlie (Zac Efron) deje de ser un popular adolescente americano para convertirse en un “rarito” cuidador de cementerios. Ese paso de héroe a freak parece no afectar a Charlie durante años, pero todo cambia cuando se enamora. Sin embargo, no es en este punto cuando el capullo se convierte en mariposa, sino, más bien, cuando el dramón se convierte en tostón.

Siempre a mi lado cojea de todas sus patas. Para empezar, los protagonistas de este relato son unos jóvenes regatistas unidos por su pasión a la vela. Y si ese planteamiento inicial ya nos desanima, todavía quedan los fantasmas. Esos espíritus, esenciales en la historia, aparecen y desaparecen de forma casual, por lo que el espectador se debate entre la creencia de que los fantasmas, efectivamente, van y vienen a su antojo y la creencia de que, simplemente, Charlie St. Cloud está trastornado.

Además, Siempre a mi lado se mete en terreno pantanoso al tratar temas como el destino o la religión. De hecho, tal y como señalan en el film, Charlie está vivo porque el destino le ha deparado una misión. Ese discurso teleológico se entremezcla con alusiones explícitas a la religión católica. No en vano, uno de los elementos que estructura y da forma a la historia es una medalla de San Judas, patrón de las causas perdidas.

Por todo ello, esta película de dolor y amor no logra ni enganchar ni convencer. Resulta lejana, ajena y poco creíble, por lo que las intensas emociones que pretende transmitir no consiguen alcanzar las butacas.

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